lunes, 12 de septiembre de 2016

Dos tipos de literatura

Como uno es filósofo de deformación, hace estas cosas: darle vueltas a la cabeza. A partir de un vídeo de Youtube que vi hace ya bastante, se me encendió la bombilla. Y en realidad, lo que voy a hacer en esta entrada es ahondar en lo que se dice en este vídeo, pero de otra forma.

En el vídeo de Vanfunfun se defiende la ciencia ficción en base a que ha sido el género del pasado siglo, y a que trata los problemas del presente a través de una disociación con la realidad. Hay más argumentos en el vídeo, pero esos me interesan menos, o no me acuerdo de ellos. Pero vamos, que os voy a dar una chapa de literatura fina, fina. Ya estáis advertidas y advertidos. La idea de esta entrada no es situarse de una lado o de otro. No hay nada que me resulte más indiferente, sino examinar un poco y de forma general ambos tipos de literatura.


La cuestión principal es diferenciar un poco entre la literatura oficial que a todo el mundo le parece buena literatura la haya leído o no y la literatura de fantasía o de ciencia ficción (no conozco demasiado el género de la ficción histórica, pero entiendo que debería ser lo más adecuado posible a la realidad, debe estar bien ambientado; de todas formas no voy a hablar de él).

En la primera tenemos, sobre todo, conceptos. Tenemos la honradez, el bien, el mal, la hipocresía, etc. y situaciones en las que se demuestran estos tipos de conceptos. Y hay grandísimos libros en los que aparecen y se ponen a prueba esas formas de encarar la realidad. Recuerdo en El filo de la navaja, de Somerset Maughan como se define a los protagonistas por sus virtudes, o más bien la falta de ellas y cómo se desarrolla la vida de estas personas, que pertenecen a una clase acomodada dentro de la Europa y los Estados Unidos de principios del siglo XX. Por supuesto, las preocupaciones, las presiones sociales de dichos personajes están dentro de una época determinada y tienen que responder a ellas como buenamente puedan. Que no está ni bien ni mal, la idea de esta entrada no es poner a ningún tipo de literatura sobre la otra. Pero diría, y esta es mi opinión, que esos mismos conceptos aparecen en las novelas del segundo tipo puestos a trabajar. No hay problema, puede haber un personaje misántropo, pero va a tener que demostrar su absoluta misantropía, o dejarla de lado, para poder sobrevivir.
Por otro lado, las novelas de ciencia ficción y fantasía describen los mismos problemas pero desde una situación completamente ajena a la realidad de quien las lee. Estos problemas se dan dentro de contextos de altísima tecnología, o de otros mundos y razas alienígenas, o dentro de mundos de magia y criaturas mágicas. Cuando el ladrón de buen corazón decide ocuparse de los problemas del reino no está haciendo nada diferente al soldado francés que decide alistarse para evitar la invasión alemana en 1914. Pero la diferencia reside en una virtual panoplia más amplia de opciones (según mi opinión).
Con un ejemplo se verá mejor. Por supuesto, quien decide esa panoplia es quien escribe la novela. Pero ante el mismo problema, supongamos, parte de la casta social dominante se ve envuelta en un escándalo social a causa de sus malas decisiones (me da igual que sea el miembro de la alta jerarquía de una teocracia ambientada en la edad media vietnamita que un miembro de una familia de grandes empresarios o un affair entre un ser humano y un alienígena), las opciones son distintas. En el primer caso, nuestro protagonista podría pedir ayuda a su amigo el mago, para espiar a esa persona y sacar provecho (o hacer lo correcto); y en el tercero recurrir a alta tecnología para lo mismo. Sólo en el caso central podríamos hablar de periódicos y distintas publicaciones amarillistas, sólo podríamos hablar de soluciones reales.
Pero en esencia, el problema es el mismo, sólo cambian las soluciones.

Respecto a la profundidad de las temáticas, ésta es sólo ficticia. Me explico. Uno puede leerse una novela existencialista de los años 50 y seguro que la disfruta. Podemos devorar Rayuela, de Cortázar, y encontrar una de las novelas más apasionantes y profundas que se han escrito. Pero también podemos elegir entre Pórtico, de Pohel, o Las puertas de la casa de la muerte, de Erikson, que tratan también situaciones existencialistas a través de sus personajes. La única diferencia es la ambientación y las formas de solucionar el conflicto. Por otro lado, normalmente las pruebas a las que se enfrentan los protagonistas de la literatura oficial no suelen ser tan drásticas. Sin duda hay situaciones de vida o muerte, pero no tantas como en la alta aventura de la ciencia ficción o la fantasía. Como ya decía antes no es ni mejor ni peor, pero me resulta más divertido ver el cinismo del protagonista de Carbono alterado en plena acción que el de la parte de los críticos de 2666 (y que conste que desataré un infierno sobre quien ose criticar a Bolaño).
En buena parte, es una cuestión de gustos qué tipo de literatura se prefiera. Sin embargo, también hay que reconocer que muchas veces vamos a la literatura buscando algo que nos saque del mundo habitual en el que trabajamos (o estamos en paro), limpiamos, nos duchamos y hacemos una vida rutinaria. Lo que me parece realmente valioso de la fantasía y la ciencia ficción es que, después de sacarnos de nuestro mundo, nos reintroduce en él a través de las decisiones y problemas de los protagonistas, a través de unos problemas que son los nuestros, pero retorcidos, descontextualizados, hipertrofiados, pero los nuestros a fin de cuentas.

Por poner otro ejemplo y ya os dejo en paz. Imaginemos un personaje que ha perdido la memoria y está angustiado por ello. El personaje sabe que entre sus recuerdos perdidos está aquello que le hace ser quien es (está el por qué ha llegado a donde está, cómo la gente que lo conoce interactúa con él, incluso la forma en que toma decisiones). Y ahí es donde está diferencia. Podemos tratar ese problema filosófico (que una persona es la suma de sus recuerdos) de una forma realista mediante la visita a varios psicólogos y psiquiatras que intentas volver a hilar el discurso interior del protagonista a través de distintas terapias o, por lo menos, enseñarle a vivir con ese problema, o podemos ponerle a trabajar a través de una ambientación no realista (el personaje ha sido maldito, o le han borrado la memoria a través de distintas operaciones de psicocirugía), pero aún así siente que tiene tomar una decisión importante. En el primer caso tendremos una novela que hablará del autodescubrimiento y del viaje interno que supone la trama. En el segundo tendremos una aventura, una viaje interno y externo. En ambos casos, la historia puede acabar igual.

Acerca del presentismo, que hay que tocarlo, no me parece mal que se creen mundos de fantasía en los que la edad media no sea machista, feudal, teocrática y supersticiosa. Es una posibilidad dentro de las que ofrece la imaginación. Una de las grandes posibilidades de estas novelas es reinventar el pasado, caer en la cuenta de que no hay situaciones sociales e históricas que sean inamovibles, sino que son el resultado de la acción de los seres humanos (cosa que se diluye en el otro tipo, porque el presente es el que es y realmente importa poco porque ya lo conocemos). No me llevo bien con las moralejas ni con los relatos éticos, pero debe ser interesante crear un mundo que funcione bien, sin guerras, discriminación, ni desigualdades. Para luego destruirlo y escribir una novela de supervivencia a través de una sociedad que se debora a sí misma.

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